I
Seis de la mañana.
Llegadas y salidas nacionales.
La casa de cambio está cerrada.
La casa está cerrada.
Diambular por los pasillos,
baños,
franquicias,
rostros perdidos,
rostros sin tiempo:
el amanecer es un protocolo
burocrático.
No hay sorpresas.
II
Vuelos internacionales.
“Pasaporte y pase de abordar a la
mano.”
De norte a sur,
del miedo al pánico,
de la nostalgia incrédula a la
ansiedad en el aire.
No encuentro pretextos para poner los
pies sobre la tierra.
No encuentro razones para buscar
pretextos.
Me justifica el miedo.
El miedo a volar guarda la calma...
del miedo al pánico,
de un hola caduco a un adiós estático.
La nada hace una gran entrada
y mi vecino hiperbólico ha perdido su equipaje.
III
Nadie me espera en Santiago.
Inercia,
el miedo no se crea ni se destruye,
se hace fuerte,
cabrón,
implacablemente sobrio,
afilado,
atinado.
Nadie me espera en Santiago.
Otro amanecer protocólico.
En definitiva no están en peligro de
extinción.
IV
Santiago:
Dos ancianas caminan de la mano.
Mi tarjeta fue rechazada:
turista viajante en banca rota.
La literatura y el metro son un lujo.
Otro amanecer protocólico.
V
Simpáticos libertarios,
ácratas suspicaces,
paranoia y guerra sucia.
Las calles son un museo latente...
el descarado fantasma de Pinochet
ha dividido a Chile.
VI
Un gato viene a mis pies.
Tiene hambre.
Maulla en chileno,
sonrío en mexicano.
VII
Santiago-Lima-San José-Ciudad de
México.
Hotel cinco estrellas y nada que comer.
VIII
Ciudad de México-Hermosillo.
Atrás queda el frío continuo de tu
presencia ausente,
atrás queda David,
el profe escritor con una relación a distancia,
y Lalo,
el fotógrafo divorciado que perfora la
piel y la llena de tinta;
atrás queda
la selva en la ventana
de la sala de espara en San José,
las filas aduanales,
“pasaporte por favor”,
la locura enlatada,
la cara de pocos amigos de la señora
peruana que revisó mi maleta,
las horas que no avanzan entre un vuelo
y otro.
Atrás queda el frío continuo de tu
presencia ausente
y se establece un miedo a la realidad
que supera el miedo a las alturas,
un miedo a la soledad que supera
cualquier mano de cartas
en la mejor racha del mejor jugador.
Todo se fue al carajo.